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Mostrando entradas de julio, 2025

Rojo y Negro

  Son realmente los libros los que nos leen a nosotros. Nos preguntan, hacen que nos respondamos, nos enredan con sus tramas, nos emocionan y nos permiten salir un rato de este mundo. Curan la desesperanza, alientan las ilusiones, aceleran el pulso como lo hacen los amores inesperados y con el paso del tiempo se acaban confundiendo con nuestras propias vivencias. Un libro es un objeto sin ánima y sin sentido hasta que no encuentra a alguien que le dé sentido a esos símbolos que llamamos palabras. Una letra escrita es como un jeroglífico con mil posibilidades de sueños imposibles. También los nombres que se escriben en los libros terminan teniendo los ojos, las voces y los gestos que cada uno de nosotros ha creado a medida que avanzaba en la lectura. Una novela es una aventura en la que nos descubrimos un poco más a nosotros mismos y en la que vamos descubriendo mucho más de los otros humanos que nos rodean. Quien lee no puede repasar su vida sin los títulos que han marcado su exi...

El Buscón

  ¿Qué es la literatura? Tenía trece años y lo único que me importaba era jugar al fútbol, estar en la playa en verano o andar de un lado para otro improvisando juegos, construyendo casetas o tratando de descubrir caminos nuevos entre los barrancos y las montañas. Entonces un profesor del colegio, Sebastián Gordillo, nos dijo que íbamos a empezar a leer literatura. Yo había venido a Las Palmas con mi madre al médico y fuimos a la librería Canaima a comprar aquel libro de literatura. Según llegué a la librería me fui directo a unos libros de fútbol, entre los que recuerdo uno titulado Yo Cabeza, que contaba la vida del entonces presidente del Atlético de Madrid. Mi madre me dijo que tenía que elegir un libro de Literatura y me llevó a la estantería de Cátedra, y allí me dejó un rato, sin saber que ese rato iba a ser para toda la vida, que esa estantería iba a cambiar por completo mi destino. Leí varias sinopsis y dudé entre varios libros, pero al final me decanté por El Buscón, de...

Brian Masters

  Hace más de treinta años dejé la carrera de Derecho y me fui a Londres para ser escritor. Solo había escrito un par de carpetas con poemas malos (que entonces, por supuesto, me parecían sublimes) y los inicios de algunos relatos o de lo que uno pensaba que podían llegar a ser novelas. Realmente me quise ir a París, pero al final pudo más el idioma, mi desconocimiento del francés, y las estancias previas en Londres. El idioma no me sirvió de mucho porque estuve limpiando pizzerías, embajadas y apartamentos. También trabajé de freganchín, y ya en Irlanda, un año más tarde, sí pude llegar a camarero de un restaurante. Seguía escribiendo poemas malos y muchas cartas, pero realmente, sin que lo supiera, estaba escribiendo algunas de las páginas más importantes de mi vida. En el tiempo que estuve en Londres acabé viviendo unos meses en una casona que estaba entre Hammersmith y Knigthsbridge. Tenía muchos amigos que me invitaban a irme de squatters, pero aunque estuve algunas veces co...

Día a día, página a página

  Hay un falso mito de los escritores que hace que muchos que sueñan con ser escritores se queden por el camino. Les cuentan que se escribe desde el embrujo de la inspiración y que el trabajo es para otras profesiones y para otras ocupaciones más o menos vocacionales. No leen y no escriben. Solo persiguen una fama de calderilla y alamares, toda esa quincalla que ahora se busca para lucir durante unas pocas horas en las redes sociales   o un sarao de fin de semana.   En mis talleres de escritura siempre comienzo diciendo que no existen los milagros sino el trabajo, la voluntad y el deseo inquebrantable de aprender, de perseverar y de escribir como un galeote, que era como decía Galdós que tenían que escribir los novelistas. Pero sobre todo hay que leer. Cuando comienzo a explicar el cuento, por ejemplo, les remito a las lecturas de Chéjov o de Henry James, y casi les invito a que abandonen las clases y se adentren en la obra de alguno de esos maestros con los que hemos i...

La palabra en el tiempo

  Hoy le pido prestado el título a Antonio Machado. Él escribía sobre la poesía: “ni mármol duro y eterno,/ni música ni pintura,/ sino palabra en el tiempo”. Todo texto es esa crónica de la vida que va pasando a medida que transitamos los días y avanzamos confiando en el propio sentido de la existencia. No siempre acertamos, viviendo o escribiendo, pero lo intentamos día tras día, página a página, tratando de buscar siempre el tono, la idea, el ritmo o ese milagro que convierte el significado de una palabra en algo distinto si somos capaces de dar con su ánima y conjugarlo con nuestro propio sentimiento. Comencé a escribir columnas en los periódicos de papel hace más de veinticinco años, y casi sin darme cuenta he ido escribiendo la crónica diaria o semanal de la vida que veía a mi alrededor, de lo que intuía, de lo que soñaba y de lo que creía que podía hacerse mejor o con más tiento. Si releo ese camino me encontraré con errores premonitorios, con deseos incumplidos y con mucho...

Volver a Proust

  Nos perdemos, nos enredamos, nos entretenemos y nos confundimos de orilla muchas veces. Si regresas en busca del tiempo perdido recordarás que no se mojaba la magdalena en el té sino que se diluía en una cucharilla, y que lo que importa casi siempre es solo el sabor que deja lo vivido, esa sensación que revivimos una y otra vez cuando esa vivencia es realmente intensa y ha merecido la pena. Hay que leer a Marcel Proust para disfrutar de esa bendita menudencia de lo cotidiano, de lo que nunca parece literario hasta que no se traza y se mira con ojos nuevos o con ojos que sepan que todo lo vivido es milagroso y necesario si cuando lo contamos nos alejamos del lenguaje de las actas notariales. Volvamos a Combray como si regresáramos a casa. Estoy con Rodrigo Fresán cuando dice que su patria es solo su biblioteca, esas referencias literarias que a veces han calado en nuestra alma más que nuestras propias vivencias, y por supuesto mucho más que los horarios, las horas muertas y casi...

Bitna

  He paseado por Seúl aunque nunca haya estado en la capital surcoreana. He sentido la soledad de quien llega de una aldea de mar y se encuentra en medio de un caos sembrado de grandes edificios y avenidas que se convierten en vías de paso de un trabajo a otro trabajo. Seúl podría ser muchas ciudades, pero el escritor francés J.M.G. Le Clézio quiso que fuera la ciudad paradigma del siglo XXI, la de la eterna búsqueda de quienes llegan de lejos, la de los anónimos paseantes que no se miran quizá por miedo a reconocerse en el fracaso de una vida sin más expectativas que los horarios y el dinero. Le Clézio es uno de los escritores que mejor cuenta estos tiempos tan extraños que estamos viviendo. Si quieren conocer África, por ejemplo, más allá de los tópicos, lean El africano, un libro de pocas páginas pero de grandes recursos viajeros, desde la infancia al colonialismo, desde la nostalgia a esa fijación de la memoria que se detiene tantas veces en lo que solo sabemos importante cua...

Llamadme Ismael

  Toda vida es épica porque toda vida es una búsqueda de certezas. Da lo mismo donde acontezca la lucha. La novela también es una metáfora de la vida, y por tanto una búsqueda de verdades en medio de la mentira. Moby Dick es mucho más que una novela, es la lucha por un imposible, es la persecución de un sueño casi inalcanzable, es la locura de quien busca siempre más allá de todos los horizontes. Es la Biblia, es Noé en medio de un diluvio que se parece mucho al fin del mundo, es La Odisea, Ulises navegando sueños imposibles en las aguas, buscando utopías, no queriendo nunca llegar a puerto para que la existencia también sea un viaje diario, como en aquel poema de Kavafis, como cualquiera sabe si ha vivido ya unos años en este planeta en el que en cualquier momento aparece un Trump o un Ghandi, el ying y el yang, el verbo como primera noticia de la vida, y también el verbo como destino final de todas las batallas. Melville también contó la historia de aquel oficinista que preferí...