Bitna
He paseado por Seúl aunque nunca haya estado en la capital
surcoreana. He sentido la soledad de quien llega de una aldea de mar y se
encuentra en medio de un caos sembrado de grandes edificios y avenidas que se
convierten en vías de paso de un trabajo a otro trabajo. Seúl podría ser muchas
ciudades, pero el escritor francés J.M.G. Le Clézio quiso que fuera la ciudad
paradigma del siglo XXI, la de la eterna búsqueda de quienes llegan de lejos,
la de los anónimos paseantes que no se miran quizá por miedo a reconocerse en
el fracaso de una vida sin más expectativas que los horarios y el dinero.
Le Clézio es uno de los escritores que mejor cuenta estos
tiempos tan extraños que estamos viviendo. Si quieren conocer África, por
ejemplo, más allá de los tópicos, lean El africano, un libro de pocas páginas
pero de grandes recursos viajeros, desde la infancia al colonialismo, desde la
nostalgia a esa fijación de la memoria que se detiene tantas veces en lo que
solo sabemos importante cuando pasan los años y nos damos cuenta de que lo
sencillo, lo que no se presenta con grandes aspavientos, suele ser casi siempre
lo más trascendente. Yo he viajado a Corea del Sur siguiendo la estela de Bitna
bajo el cielo de Seúl. El viaje, además, es un juego literario en el que se
va entremezclando lo real con lo soñado, lo que se vive con lo que alguien nos
cuenta o con lo que recreamos nosotros mismos con los ojos abiertos. En los
libros, como en la vida, la realidad la recrea el pensamiento, y cuando un
novelista consigue que nuestro pensamiento encadene muchas realidades siguiendo
el rastro de las palabras, los minutos que transitamos leyendo se convierten,
sin duda, en el viaje más placentero.
Seúl es una metáfora de estos tiempos. Detrás de los
rascacielos, de las vidas opulentas y de esos supuestos éxitos que amplifican
casi siempre las noticias, hay un mundo de miserias, de sueños rotos, de
enfermedades incurables y de infancias destrozadas. No es lo que nos cuentan,
ni tampoco lo que luego quieren que leamos para que entendamos el mundo que nos
rodea. No hace falta tocar los extremos para conocer un poco mejor nuestra
realidad. Ni es tan almibarado el presente como en las comedias románticas de
vida perfecta, ni tan siniestro y violento como nos lo quieren mostrar los que
buscan el morbo del miedo. En medio de todo eso estamos nosotros, y los otros
que se nos parecen, en cualquier ciudad, en cualquier tiempo, con las mismas
dudas, parecidos anhelos y un idéntico descontento ante un mundo que se aleja
cada día más de los valores y de la necesidad del esfuerzo para lograr
cualquier sueño. Le Clézio cuenta sus historias sin maniqueísmos y sin
exageraciones interesadas. La vida misma es siempre la mejor de las novelas.
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