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Santo Domingo

  Las palomas picotean los restos de la felicidad de ayer. Todo el arroz que lanzaron sobre los recién casados brilla hoy en la plaza mojada por la lluvia. También hay papeles de colores y pétalos de rosas mustias. Todos los sábados se celebran dos o tres bodas en la iglesia de Santo Domingo. Desde mi casa se oyen los aplausos, los gritos eufóricos o esas tunas que a veces están por todas las calles de Vegueta. Hace una semana no sé ni cuántos tunos pernoctaron en el antiguo internado de San Antonio: aparecían por todas partes cargando guitarras y panderos, todos vestidos   exactamente iguales, como cuando en las pesadillas se repiten los rostros de otros sueños. En esta misma plaza en la que se besan los recién casados quemaban a los condenados por la Inquisición hace unos siglos. Por eso los más viejos la siguen llamando la Plaza de los Quemados. Recuerdo que en Madrid también me contaron que ese escenario cruento que congregaba a cientos de ciudadanos estuvo en donde se sit...

Volver a Horacio

  Estos días he vuelto a Horacio como quien regresa al útero materno. De Quinto Horacio Flaco nos hablaba mi tía Eladia García cuando nos daba clases de latín en el instituto. Ella ponía pasión y declinaciones para que entendiéramos un poco mejor la existencia; pero nosotros, como escribía Gil de Biedma, solo queríamos llevarnos la vida por delante y casi no le hacíamos caso. Ahora sí le agradezco a mi tía aquella insistencia, el eco de las sentencias latinas en las que ya estaban escritas las salidas de todos los laberintos humanos, y regreso, como quien arriba a un puerto seguro, al Beatus Ille y al Tempus Fugit que encaneció a aquel joven sin que apenas se diera cuenta. Corren los barrancos que ya no van a dar al mar, que sigue siendo el morir manriqueño, sino a las presas, y uno escucha el sonido de la infancia en el retumbar de aquellas aguas que arrastraban todo lo que encontraban a su paso mientras mi tía repetía sus citas en el aula. El barranco corría junto al institut...

La piedra Rosetta de Mario Vargas Llosa

  Las grandes novelas se escriben con las obsesiones y la obsesión es siempre una pasión desmedida. Borges contaba en una magnífica entrevista que le hizo Joaquín Soler Serrano en 1976 que en Fervor de Buenos Aires (1923), su primera obra, estaba todo lo que escribiría después con más destreza y con más astucia; pero que él, cuando leía ese texto, encontraba esa escritura secreta y sus temas recurrentes: Conversación en La Catedral no fue el primer libro de Vargas Llosa, pero creo que en ese libro es donde está toda esa escritura secreta de MVV de la que hablaba Borges en esa memorable entrevista.   Cuáles son esos temas: la lucha por la vida, el no saber qué vas a ser en el futuro, la figura del padre, el poder, la política, el amor, y Tánatos   y Eros (el amor y la muerte), el erotismo, las convenciones sociales, Perú, sobre todo Perú, el periodismo, la corrupción, y también el punto ciego, ese tema que busca el escritor toda su vida y que a veces ni siquiera conoce: ...

Los dos nombres

    Soy de la generación de los dos nombres propios. Recuerdo cuando se pasaba lista en las clases, tod o aquel repaso interminable por un santoral entremezclado sin ningún sentido lógico o eufónico. Muchos acudían a ese santoral del almanaque para complementar el nombre que ya estaba pensado antes de que el niño llegara al mundo, y en otros casos se acudía a familiares cercanos, a patrones de pueblo o a los famosos del momento. Durante años, casi he obviado mi segundo nombre. Por muchas causas. Me llaman por esos dos nombres mis familiares y algunos amigos de la infancia. También lo utilizo cuando viajo, cuando tengo que cumplimentar documentos oficiales o dar fe de que soy yo y no otro quien figura en el DNI o en el pasaporte. Mi segundo nombre es Alfredo. Bonito nombre, es cierto, si fuera único, si me llamara Alfredo, que era como me llamaba una de mis abuelas para diferenciarme de mi padre y de mi abuelo, los dos Santiago, como yo. Pero ese Santiago Alfredo que hasta l...

Carpe Diem

  Todo lo que no se cuenta se sueña. Todo lo que no se ríe se termina pudriendo por dentro. No soporta a las personas lastimeras. En la vida se puede elegir siempre entre dos caminos, en cualquier circunstancia, suceda lo que suceda: el camino de las derrotadas y el de quienes saben que solo tienen que seguir adelante con la mejor de las sonrisas aunque duela el alma y no se alcance a ver ningún horizonte. Si tenemos salud no caben lágrimas ni lamentos, así vive y así creo que ha tratado de vivir todos los días de mi existencia. La imagino como una superviviente, alguien que un día lejano se marchó lejos y que ahora regresa buscando solo el sosiego y la conciencia de que vive cada segundo de su existencia. Hablaba con un hombre y le decía que una vez una amiga preguntó en una cena que si eran felices. También les pidió que puntuaran entre el uno y el diez la felicidad que sentía cada una de ellas. Se puso un ocho con setenta y cinco, casi un nueve. Fue profesora de universidad y ...

Rojo y Negro

  Son realmente los libros los que nos leen a nosotros. Nos preguntan, hacen que nos respondamos, nos enredan con sus tramas, nos emocionan y nos permiten salir un rato de este mundo. Curan la desesperanza, alientan las ilusiones, aceleran el pulso como lo hacen los amores inesperados y con el paso del tiempo se acaban confundiendo con nuestras propias vivencias. Un libro es un objeto sin ánima y sin sentido hasta que no encuentra a alguien que le dé sentido a esos símbolos que llamamos palabras. Una letra escrita es como un jeroglífico con mil posibilidades de sueños imposibles. También los nombres que se escriben en los libros terminan teniendo los ojos, las voces y los gestos que cada uno de nosotros ha creado a medida que avanzaba en la lectura. Una novela es una aventura en la que nos descubrimos un poco más a nosotros mismos y en la que vamos descubriendo mucho más de los otros humanos que nos rodean. Quien lee no puede repasar su vida sin los títulos que han marcado su exi...

El Buscón

  ¿Qué es la literatura? Tenía trece años y lo único que me importaba era jugar al fútbol, estar en la playa en verano o andar de un lado para otro improvisando juegos, construyendo casetas o tratando de descubrir caminos nuevos entre los barrancos y las montañas. Entonces un profesor del colegio, Sebastián Gordillo, nos dijo que íbamos a empezar a leer literatura. Yo había venido a Las Palmas con mi madre al médico y fuimos a la librería Canaima a comprar aquel libro de literatura. Según llegué a la librería me fui directo a unos libros de fútbol, entre los que recuerdo uno titulado Yo Cabeza, que contaba la vida del entonces presidente del Atlético de Madrid. Mi madre me dijo que tenía que elegir un libro de Literatura y me llevó a la estantería de Cátedra, y allí me dejó un rato, sin saber que ese rato iba a ser para toda la vida, que esa estantería iba a cambiar por completo mi destino. Leí varias sinopsis y dudé entre varios libros, pero al final me decanté por El Buscón, de...