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Mostrando entradas de agosto, 2025

Santo Domingo

  Las palomas picotean los restos de la felicidad de ayer. Todo el arroz que lanzaron sobre los recién casados brilla hoy en la plaza mojada por la lluvia. También hay papeles de colores y pétalos de rosas mustias. Todos los sábados se celebran dos o tres bodas en la iglesia de Santo Domingo. Desde mi casa se oyen los aplausos, los gritos eufóricos o esas tunas que a veces están por todas las calles de Vegueta. Hace una semana no sé ni cuántos tunos pernoctaron en el antiguo internado de San Antonio: aparecían por todas partes cargando guitarras y panderos, todos vestidos   exactamente iguales, como cuando en las pesadillas se repiten los rostros de otros sueños. En esta misma plaza en la que se besan los recién casados quemaban a los condenados por la Inquisición hace unos siglos. Por eso los más viejos la siguen llamando la Plaza de los Quemados. Recuerdo que en Madrid también me contaron que ese escenario cruento que congregaba a cientos de ciudadanos estuvo en donde se sit...

Volver a Horacio

  Estos días he vuelto a Horacio como quien regresa al útero materno. De Quinto Horacio Flaco nos hablaba mi tía Eladia García cuando nos daba clases de latín en el instituto. Ella ponía pasión y declinaciones para que entendiéramos un poco mejor la existencia; pero nosotros, como escribía Gil de Biedma, solo queríamos llevarnos la vida por delante y casi no le hacíamos caso. Ahora sí le agradezco a mi tía aquella insistencia, el eco de las sentencias latinas en las que ya estaban escritas las salidas de todos los laberintos humanos, y regreso, como quien arriba a un puerto seguro, al Beatus Ille y al Tempus Fugit que encaneció a aquel joven sin que apenas se diera cuenta. Corren los barrancos que ya no van a dar al mar, que sigue siendo el morir manriqueño, sino a las presas, y uno escucha el sonido de la infancia en el retumbar de aquellas aguas que arrastraban todo lo que encontraban a su paso mientras mi tía repetía sus citas en el aula. El barranco corría junto al institut...

La piedra Rosetta de Mario Vargas Llosa

  Las grandes novelas se escriben con las obsesiones y la obsesión es siempre una pasión desmedida. Borges contaba en una magnífica entrevista que le hizo Joaquín Soler Serrano en 1976 que en Fervor de Buenos Aires (1923), su primera obra, estaba todo lo que escribiría después con más destreza y con más astucia; pero que él, cuando leía ese texto, encontraba esa escritura secreta y sus temas recurrentes: Conversación en La Catedral no fue el primer libro de Vargas Llosa, pero creo que en ese libro es donde está toda esa escritura secreta de MVV de la que hablaba Borges en esa memorable entrevista.   Cuáles son esos temas: la lucha por la vida, el no saber qué vas a ser en el futuro, la figura del padre, el poder, la política, el amor, y Tánatos   y Eros (el amor y la muerte), el erotismo, las convenciones sociales, Perú, sobre todo Perú, el periodismo, la corrupción, y también el punto ciego, ese tema que busca el escritor toda su vida y que a veces ni siquiera conoce: ...